30 de diciembre de 2010

Acerca del vivir


El vivir no admite bromas.
Has de vivir con toda seriedad,
como una ardilla, por ejemplo;
es decir, sin esperar nada fuera y más allá del vivir;
es decir, toda tu tarea se resume en una palabra:
Vivir.
Has de tomar en serio el vivir.
Es decir, hasta tal punto y de tal manera
que aun teniendo los brazos atados a la espalda,
y la espalda pegada al paredón,
o bien llevando grandes gafas
y luciendo bata blanca en un laboratorio,
has de saber morir por los hombres.
Y además por hombres que quizás nunca viste,
y además sin que nadie te obligue a hacerlo,
y además sabiendo que la cosa más real y bella es
Vivir.
Es decir:
has de tomar tan en serio el vivir
que a los setenta años, por ejemplo,
si fuera necesario plantarías olivos
sin pensar que algún día serían para tus hijos;
debes hacerlo, amigo, debes hacerlo,
no porque, aunque la temas, no creas en la muerte,
sino porque vivir es tu tarea.

II

Sucede, por ejemplo,
que estamos muy enfermos;
que hemos de soportar una difícil operación;
que cabe la posibilidad
de que no volvemos a levantarnos de la blanca mesa.
Aunque sea imposible no sentir
la tristeza de partir antes de tiempo,
seguiremos riendo con el último chiste,
mirando por la ventana para ver
si el tiempo sigue lluvioso,
esperando con impaciencia
las últimas noticias de prensa.
Sucede, por ejemplo, que estamos en el frente,
por algo, por ejemplo, que vale la pena que se luche.
Nada más comenzar el ataque, al primer movimiento,
Puede caerse cara a tierra, y morir.
Todo esto hemos de aceptarlo con singular valor,
y a pesar de todo, preocuparnos apasionadamente
por esa guerra que puede durar años y años.
Sucede
que estamos en la cárcel.
Sucede
que nos acercamos
a los cincuenta años,
y que falten dieciocho más
para ver abrirse las puertos de hierro.
Sin embargo, hemos de seguir viviendo con los de fuera,
con los hombres, los animales, los conflictos y los vientos,
es decir, con todo el mundo exterior que se halla
tras el muro de nuestros sufrimientos;
es decir: estemos donde estemos
hemos de vivir
como si nunca hubiésemos de morir.

III

Se enfriará este mundo,
una estrella entre las estrellas;
por otra parte una de las más pequeñas del universo,
es decir, una gota brillante en el terciopelo azul,
es decir, este inmenso mundo nuestro.
Se enfriará este mundo un día,
algún día se deslizará
en la ciega tiniebla del infinito
-no como una bola de nieve,
no como una nube muerta-,
como una nuez vacía.
Desde ahora mismo se ha de sufrir por todo esto,
ha de sentirse su tristeza desde ahora,
tanto ha de amarse el mundo en todo instante,
se le ha de amar tan conscientemente
que se pueda decir: He vivido.

Sestear pálido y absorto...


Sestear pálido y absorto
junto a la ardiente tapia de un huerto.
Escuchar entre endrinos y zarzas
chasquidos de mirlos, rumores de ofidio.

En las grietas del suelo o la algarroba
acechar las hileras de rojas hormigas
que se entrecruzan o quiebran
en la cima de minúsculas gavillas.

Observar entre las frondas del lejano
palpitar de briznas marinas
mientras se elevan trémulos chasquidos
de cigarras desde pelados picos.

Y caminando entre el sol que deslumbra
sentir con triste maravilla
que la vida toda y su fatiga está
en este recorrer un muro
coronado por pinchos filosos de botella.


Eugenio Montale

Tanto he soñado contigo


Tanto he soñado contigo
que te vuelves irreal.
¿Será que me queda tiempo aún
para alcanzar ese cuerpo vivo
y besar en esa boca el nacer de la
voz que me es querida?
Tanto he soñado contigo que mis
brazos, acostumbrados a cruzarse sobre mi
pecho como si abrazaran tu
sombra,
tal vez ya nunca más se ajusten a
la forma de tu cuerpo.
Y que ante la apariencia real de
aquello que me posee y gobierna
desde hace tantos días y años, de
seguro me convertiré yo mismo en
una sombra.
¡Ay, los balances sentimentales!
Tanto he soñado contigo que de
seguro ya es tarde para despertar.
Duermo de pie, con el cuerpo
expuesto a todas las formas de
vida y amor,
y a ti, la única que hoy cuenta para
mí,
ya no puedo tocarte la frente ni los
labios
como toco los labios y la frente de
una que pasa.
Tanto he soñado contigo, tanto he
caminado,
tanto he hablado, tanto he
dormido con tu fantasma,
Que tal vez no me quede más que
volverme un fantasma entre los
fantasmas
Y cien veces más sombra que la
sombra,
Que se pasea y paseará
alegremente por el reloj solar de tu
vida




Último poema

He soñado tanto tanto contigo
Tanto tanto he caminado, tanto tanto te he hablado,
Tanto tanto he amado tu sombra,
Que de ti ya no me queda nada.
No me queda sino ser una sombra entre las sombras
Ser cien veces más sombra que la sombra
Ser la sombra que retorna y retornará
A tu vida asoleada.


Robert Desnos

*Traducción Bruno Cuneo

28 de diciembre de 2010

Un arte


El arte de perder no es muy difícil;
tantas cosas contienen el germen
de la pérdida, pero perderlas no es un desastre.

Pierde algo cada día. Acepta la inquietud de perder
las llaves de las puertas, la horas malgastadas.
El arte de perder no es muy difícil.

Después intenta perder lejana, rápidamente:
lugares, y nombres, y la escala siguiente
de tu viaje. Nada de eso será un desastre.

Perdí el reloj de mi madre. ¡Y mira! desaparecieron
la última o la penúltima de mis tres queridas casas.
El arte de perder no es muy difícil.

Perdí dos ciudades entrañables. Y un inmenso
reino que era mío, dos ríos y un continente.
Los extraño, pero no ha sido un desastre.

Ni aun perdiéndote a ti (la cariñosa voz, el gesto
que amo) me podré engañar. Es evidente
que el arte de perder no es muy difícil,
aunque pueda parecer (¡escríbelo!) un desastre.


Elizabeth Bishop

Rapture


Después
el oxígeno se agota,
un segundo antes alcanzamos
a acercar ceniceros, vasos,
el teléfono.
Cuando todo lo que podría
llegar a ser necesario y a estar lejos
rodea la cama
ya no hay qué hacer ni qué decir.
Literales, charlamos de esto y de lo otro
y cada uno vigila una salida
por donde la dicha pudo haber huído.
Si lloviera dentro de esta habitación
el agua no haría más que lavar
unas piedras tibias.


Laura Wittner

Qué haría yo sin este mundo


qué haría yo sin este mundo sin
rostro ni preguntas
donde ser no dura sino un instante
donde cada instante
se vierte en el vacío en el olvido
de haber sido

sin esta ola donde al final
cuerpo y sombra se sumergen
juntos
qué haría yo sin este silencio abismo de murmullos
jadeando frenético por auxilio por
amor
sin este cielo que se alza
sobre el polvo de sus lastres

qué haría haría como hice ayer
como hago hoy
mirando por la rendija si no estoy
solo
mientras vago y huyo de todo lo
que vive
en un espacio marionetesco,
sin voz entre las voces
encerradas conmigo


Samuel Beckett

*Traducción Bruno Cuneo

24 de diciembre de 2010

Crave (fragmentos)


Quiero dormir a tu lado y hacerte las compras y cargarte las bolsas

y decirte cuánto me gusta estar contigo

pero me siguen obligando a hacer estupideces (...)

Y quiero jugar a las escondidas

y regalarte mi ropa

y decirte cuánto me gustan tus zapatos

y sentarme en el borde de la bañera mientras te bañas

y hacerte masajes en el cuello

y darte besos en los pies

y llevarte de la mano e irme contigo a cenar

y que no me importe que comas de mi plato

y encontrarme contigo en el Rudy's y hablar del día y escribir tus cartas

y llevar tus cajas

y reírme de tus paranoias

y regalarte discos que nunca escucharás

y ver películas buenísimas y ver películas malas

y quejarme del programa de radio

y hacerte fotos mientras duermes y levantarme para prepararte café con tostadas y pancitos

y salir contigo a tomar un café al Florent en medio de la noche

y dejar que me robes los cigarrillos

y que nunca tengas fuego

y contarte lo que vi en la tele la otra noche

y acompañarte al oculista

y no reírme de tus chistes

y desearte por la mañana pero dejarte dormir un poco más y mientras darte besos en la espalda

y acariciar tu piel y decirte cuánto me gusta tu pelo

tus ojos

tus labios

tu cuello

tu pecho

tu culo

y sentarme a fumar en la escalera hasta que vuelva tu vecina

y sentarme a fumar en la escalera hasta que vuelvas y preocuparme cuando te atrasas

y asombrarme cuando te adelantas

y regalarte girasoles e ir a tu fiesta y bailar hasta quedar negro

y estar triste cuando me equivoque

y feliz cuando me perdones

y mirar tus fotos

y desear haberte conocido desde siempre

y sentir tu voz en mis oídos

y sentir tu piel contra mi piel

y tener mucho miedo cuando te enojes y se te ponga un ojo negro y otro azul

y tu pelo hacia la izquierda

y una cara de oriental

y decirte estás preciosa

y abrazarte cuando estés ansiosa

y abrazarte más cuando sufras

y desearte sólo con olerte

y abusarme al tocarte

y gemir cuando esté a tu lado y gemir cuando no esté a tu lado

y babear sobre tu pecho

y envolverte toda la noche

y sentir frío cuando me quites la manta y sentir calor cuando no lo hagas

y derretirme cuando sonrías y desintegrarme cuando rías

y no entender

y preguntarte por qué crees que te estoy rechazando cuando no te estoy rechazando

y preguntarme cómo puedes pensar que yo sería capaz de rechazarte a ti

y preguntarme quién eres, pero aceptarte igual

y contarte acerca del ángel del niño del bosque encantado que voló sobre el océano porque te amaba

y escribirte poemas

y preguntarme por qué no me crees

y tener un sentimiento tan profundo que no encuentra palabras

y querer comprarte un gatito

y sentir celos de él cuando reciba más atención que yo

y retenerte en la cama cuando te tengas que ir

y llorar como un bebé cuando finalmente te vayas

y vaciar los ceniceros

y comprarte regalos que no quieras y llevármelos otra vez

y pedirte que te cases conmigo y que me digas que no otra vez,

pero siempre fue en serio desde la primera vez

y deambular por toda la ciudad pensando que sin tí está vacía

y querer todo lo que quieres y pensar que me estoy perdiendo a mí mismo

y saber que contigo estoy a salvo

y contarte de mí mismo lo peor e intentar darte lo mejor porque lo mereces

y contestar tus preguntas cuando prefiera no hacerlo

y decirte la verdad cuando en realidad no quiera intentar ser honesto porque sé que lo prefieres

y pensar que todo se acabó

pero aferrarme allí durante diez minutos más hasta que me eches de tu vida

y te olvides de quién soy

e intentar acercarme a ti porque es hermoso aprender a conocerte

y el esfuerzo vale la pena

y hablarte mal en alemán y peor en hebreo

y hacer el amor contigo a las tres de la madrugada

y de alguna manera comunicarte ese amor

abrumador

arrasador

incondicional

omnipresente

y sempiterno

que enriquece el corazón y libera la mente

ese amor eterno
y presente que siento por ti



Sarah Kane

Hay días


Hay días en que creemos
que toda la basura del mundo nos cae
encima. Luego
al salir al balcón vemos
a los niños corriendo por el muelle
mientras cantan.
No sé sus nombres. Uno
u otro se parece a mí.
Quiero decir: al que fui
cuando llegué a ser
luminosa presencia de la gracia
o de la alegría.
Una sonrisa se abre entonces
en un verano antiguo.
Y dura, dura aún.


Eugenio de Andrade

Salmo


A Karl Kraus

Hay una luz que el viento ha extinguido.
Hay una taberna que en la tarde un ebrio abandona.
Hay una viña quemada y negra.
con agujeros llenos de arañas.
Hay un cuarto que han blanqueado con leche.
El demente ha muerto.
Hay una isla de los mares del sur
para recibir al dios del sol. Tocan los tambores.
Los hombres ejecutan danzas de guerra.
Las mujeres contonean las caderas
entre enredaderas y flores de fuego,
cuando el mar canta. Oh nuestro paraíso perdido.

Las ninfas han abandonado los bosques de oro.
Sepultan al extranjero.
Comienza entonces una lluvia ígnea.
El hijo de Pan surge
bajo la apariencia de un peón caminero,
que duerme al mediodía sobre la tierra ardiente.
Hay niñas en un patio con vestiditos
de una pobreza desgarradora.
Hay salas colmadas de acordes y sonatas.
Hay sombras que se abrazan ante un espejo ciego.
En las ventanas del hospital
se calientan los convalecientes.
Un barco blanco remonta el canal
cargado con epidemias sangrientas.

La hermana extranjera surge de nuevo
en los malos sueños de alguien.


George Trakl

22 de diciembre de 2010

Estoy entre tinieblas


Para Lou Andreas-Salomé


Estoy entre tinieblas, como ciego.
Mi mirada no encuentra tu camino.
El vaivén alocado de los días
es como una cortina que te oculta de mí.
La miro: se alzará
esa cortina que esconde mi existencia,
el peso de mi vida y su sentido.
Y que es en realidad mi muerte.


Rainer María Rilke

Mandato


Vayan, mis canciones, a los solitarios e insatisfechos.
Vayan también a los angustiados, a los complacientes,
que muestren mi desprecio por sus opresores.
Vayan como grandes olas de agua fría,
que muestren mi desprecio por sus opresores.
Que hablen en contra de la opresión inconsciente,
que hablen en contra de la tiranía de los que no poseen imaginación.
Que hablen en contra de las ataduras.
Vayan a la burguesa que se pudre de hastío,
vayan a la mujer de los suburbios.
Vayan a los infelizmente casados,
vayan a todos aquellos que encubren su fracaso,
vayan a las parejas malogradas,
vayan a la esposa que se vende,
vayan a la mujer impuesta.
Vayan a quienes padecen de lujuria,
vayan a todos aquellos insatisfechos en sus delicados deseos,
vayan como una plaga sobre la somnolencia del mundo;
que empuñen el filo contra todo esto,
que fortalezcan las sutiles cuerdas,
que lleven confianza hasta las algas y tentáculos del alma.
Que vayan amistosamente,
con palabras sinceras.
Que anhelen encontrar nuevos males y un nuevo bien,
que estén en contra de todas las formas de opresión.
Vayan a aquellos cuya madurez los ha apagado,
a los que han perdido el interés.
Que vayan al adolescente ahogado por la familia-
¡Ah, qué terrible es
ver reunidas a tres generaciones bajo un mismo techo!
Es como un árbol viejo con brotes
y ramas que pútridas caen.
Que salgan y desafíen convenciones,
rebelándose contra la vegetal esclavitud de la sangre.
Que vayan en contra de todas las formas de amortización.


Ezra Pound

Sótano del recuerdo


Es pura tontería que vivo entristecida
Y que estoy por el recuerdo torturada.
No soy yo asidua invitada en su guarida
Y allí me siento trastornada.
Cuando con el farol al sótano desciendo,
Me parece que de nuevo un sordo hundimiento
Retumba en la estrecha escalera empinada.
Humea el farol. Regresar no consigo
Y sé que voy allí donde está el enemigo.
Y pediré benevolencia... pero allí ahora
Todo está oscuro y callado. ¡Mi fiesta se acabó!
Hace treinta año se acompañaba a la señora,
Hace treinta que el pícaro de viejo murió...
He llegado tarde. ¡Qué mala fortuna!
Ya no puedo lucirme en parte alguna,
Pero rozo de las paredes las pinturas
Y me caliento en la chimenea. ¡Qué maravilla!
A través del moho, la ceniza y la negrura
Dos esmeraldas grises brillan
Y el gato maúlla. ¡Vamos a casa, criatura!

¿Pero dónde es mi casa y dónde mi cordura?


Ana Ajmátova

Versión de Jorge Bustamante García

16 de diciembre de 2010

Infinito


Siempre amada me fue esta colina solitaria,
y esta cerca, que impide a mi mirada
ver más allá del último horizonte.
Pero sentado y mirando los interminables
espacios a lo lejos, los sobrehumanos
silencios y la profundísima quietud,
en el pensar me oculto, y así, por poco,
mi corazón no se espanta. Y como el viento,
que oigo susurrar entre estas plantas, yo
voy comparando el infinito silencio
con mi voz: y me oprime lo eterno,
y las estaciones muertas, y la presente
viva, y el sonido de ellas. Así, a través
de esta inmensidad se ahoga mi pensamiento:
Y naufragar me es dulce en este mar.


Giacomo Leopardi

El desdichado


Yo soy el tenebroso, -el viudo, el desconsolado,
el príncipe de Aquitania de la torre abolida:
mi única estrella ha muerto, -y mi laúd constelado
lleva el Sol negro de la Melancolía.

En la noche de la tumba, tú que me has consolado,
devuélveme el Posílipo y el mar de Italia,
la flor que gustaba tanto a mi corazón desolado,
y el ramaje donde la vid a la rosa se alía.

¿Soy Amor o Febo?… ¿Lusignan o Biron?
Mi frente aún está roja por el beso de la reina;
he soñado con la gruta donde nada la sirena…

Y dos veces vencedor crucé el Aqueronte,
modulando por turnos la lira de Orfeo
los suspiros de la santa y los gritos del hada.


Gérard de Nerval

Me seducen las distancias lejanas


" Me seducen las distancias lejanas, el inmenso vacío que proyecto sobre el mundo. Crece en mí una sensación de vaciedad; se infiltra en mi cuerpo como un fluido ligero e impalpable. En su avance, como una dilación hasta el infinito, siento la presencia misteriosa de los sentimientos más contradictorios que ha acogido jamás el alma humana. Soy feliz e infeliz a la vez. Estoy exaltado y deprimido, desbordado por el placer y la desesperación en la más contradictoria de las armonías. Estoy tan alegre y tan triste que en mis lágrimas se reflejan el cielo y la tierra al mismo tiempo. Aunque sea solamente por la alegría de mi tristeza, querría que no hubiera más muerte en esta Tierra. "

Emile Cioran
en Breviario de podredumbre

12 de diciembre de 2010

La escena más triste y más hermosa


He visto a un hombre arrodillarse sobre un prado.
Jardinero que riega una flor subterránea
no lleva regadera ni agua le falta
como si fluyera de su propio ser.
Estoy cerca de él, pero él
está lejos de todos y de todo.

Y sin embargo habla ¿con quién habla
este hombre qué no habla con nadie?
Habla con alguien que fue él
y ahora es solo parte de él y de la tierra:
lo increpa, ruega, lo maldice,
le golpea la cabeza con un por qué:
¿por qué/por qué /por qué/por qué?

Y no sabe ni yo ni nadie sabe
qué decirle a ese hombre que una tarde
-domingo en Concepción- riega su hija
en un Parque, y le deja una flor
y un caballito blanco de juguete
para que vuelva a casa por la noche:

caballito blanco
llévame de aquí
lévame a la cuna
donde yo nací.

Y de noche la sueña: y en sueños se levanta
y la cubre, porque llueve en el sur
-ay, cómo llueve en su lecho de trébol-
y yo sueño con él, lo sueño niño
y en sueños se hace hombre
y se arrodilla sobre un prado
se dobla como herido a bala
pero no cae, se levanta
-con todo el peso del dolor se alza-
y en sueños le pregunto ¿cómo? ¿cómo?

Y no sabe -ni yo- ni nadie lo sabe.


Floridor Pérez

7 de diciembre de 2010

Dos poemas de Fernando Pessoa


[49]

[No: despacio]


No: despacio.
Despacio, porque no sé
a dónde quiero ir.
Hay entre mí y mis pasos
una divergencia instintiva.
Hay entre quien soy y estoy
una diferencia de verbo
que corresponde a la realidad.

Despacio.
Sí, despacio...
Quiero pensar lo que quiere decir
este despacio...

Tal vez el mundo exterior tenga demasiada prisa.
Tal vez el alma vulgar quiera llegar más pronto.
Tal vez las impresiones del momento sean muy cercanas.

Todo eso, tal vez...
Pero lo que me preocupa es esta palabra: despacio...
¿Qué es lo que tiene que ser despacio?
A lo mejor, el universo...
Dios manda que se diga la verdad.
Pero esto, ¿alguien se lo ha oído a Dios?


[50]

[Los antiguos invocaban a las Musas]


Los antiguos invocaban a las Musas.
Nosotros nos invocamos a nosotros mismos.
No sé si las Musas aparecían
—sería, sin duda, según lo invocado y la invocación—,
pero sé que nosotros no aparecemos.
Cuantas veces me he asomado
al pozo que supongo ser
y he balado ¡ah! para escuchar un eco
no he oído más de lo que he visto:
el vago albor oscuro con que el agua resplandece
allá en la inutilidad del fondo...
Ningún eco hacía mí...
Tan sólo, vagamente, un rostro,
que acaso sea el mío porque no puede ser el de otro.
Algo apenas visible
si no fuera porque veo luminosamente
allá en el fondo...,
en el silencio y en la falsa luz del fondo.

¡Qué musa!...





Fernando Pessoa, Poemas fechados.

Ondas de radio


para Antonio Machado



La lluvia ha cesado, y la luna ha salido.
No entiendo nada de las ondas de radio.
Pero creo que se transmiten mejor justo
después de llover, cuando el aire está húmedo.
En cualquier caso, ahora puedo coger Ottava, si quiero,
o Toronto. Últimamente, de noche, me sorprendo
ligeramente interesado por la política canadiense
y sus asuntos internos. Es verdad. Pero normalmente
lo que buscaba eran sus emisoras con música. Me siento
aquí en la butaca y escucho, sin tener nada que hacer,
o pensar. No tengo televisor, y dejé de leer
los periódicos. De noche pongo la radio.
Cuando escapé aquí trataba de alejarme
de todo. Especialmente de la literatura.
De lo que ella entraña, y de lo que trae a rastras.
Hay en el alma un deseo de no pensar.
De estar quieto. Emparejado con éste,
un deseo de ser estricto, sí, y riguroso.
Pero el alma también es una afable hija de puta
no siempre de fiar. Y olvidé eso.
Escuché cuando dijo: Mejor cantar a lo que se ha ido
y nunca volverá que a lo que aún sigue
con nosotros y estará con nosotros mañana. O no.
Y si no, también está bien.
Tampoco importa demasiado, dijo, si un hombre nunca canta.
Esa es la voz que escuché.
¿Puede imaginarse que alguien piense cosas así?
¡Qué absurdo!
Pero tengo estas estúpidas ideas de noche
cuando me siento en la butaca y oigo la radio.
Entonces, Machado, ¡su poesía!
Era como un hombrecillo mayor que se vuelve
a enamorar. Una cosa digna de observar,
y embarazoso, además.
Y llevo tu libro a la cama conmigo
y me duermo con él a mano. Un tren pasó
en mis sueños una noche y me despertó.
Y lo primero que pensé, el corazón acelerado
allí en el dormitorio a oscuras, fue esto:
Todo es perfecto, Machado está aqui.
Entonces me volví a dormir.
Hoy llevé tu libro conmigo cuando salí
a dar mi paseo. "¡Presta atención!" -decías,
cuando alguien preguntó qué hacer con su vida.
Conque miré alrededor y tomé nota de todo.
Luego me senté al sol, en mi sitio
de junto al río desde donde puedo ver las montañas.
Y cerré los ojos y escuché el sonido
del agua. Luego los abrí y me puse a leer
"Abel Martín".
Esta mañana pensé mucho en ti, Machado.
Y espero, incluso cara a lo que sé de la muerte,
que recibirás el mensaje que pretendo enviarte.
Pero está bien aunque tú no lo recibas. Que duermas bien.
Descansa. Antes o después espero que nos veamos.
Y entonces yo podré decirte estas cosas directamente.


Raymond Carver
En Bajo una luz marina, Visor.

2 de diciembre de 2010

El rey de las ruinas


Estoy en la miseria Dios mío qué te importa

Ya mi casa es un dulce terraplén de locura

Un vuelo de lechuzas un río con el fondo

lacrado en mi semblante... ¡Dios mío qué te importa!

Mi casa es un relincho de muerto monocromo

cuna de remembranza gran rincón de dolor

Allí ya no se duerme si no es para gritar

con una boca hambrienta de espesas esperanzas

Flores ayer y hoy sus faldas son escombros

Mi rostro de color negro aguanta la puerta

y al fin no sé qué hacer con tanta fotocopia

¡Estoy en la miseria! Se dice la miseria

y nada es la miseria... ¡Dios mío qué miseria!

Por el resuelto abismo subo las escaleras

del torreón oculto para pedir limosna

Entro llamo ay ay ¡Señorito! ¡Ay! ¡Ay!

No puede ser así usted no se parece

¡Aparición! ¿Quién soy? Te pido yo una cama

para abrigar mis labios con un sueño anticuado

No te pongas así no te asustes de mí

¡Ayaymiseñoritoustedyanoeselmismo!

Parece usted de veras un cansado harapiento

Me da pena su ombligo lleno de soledad

Ropa y candela dióme y cené con la vieja

con la comadre atónita que mientras como reza

Riendo yo le explico «Soy el rey de las ruinas»

Y ella plasma un quejido «¿Qué es eso señorito?»






(Madrid, 1947)

Carlos Edmundo de Ory