23 de octubre de 2010

Prosa del Transiberiano y de la Pequeña Juana de Francia


Dedicada a los músicos



En aquel tiempo yo era un adolescente

Apenas tenía dieciséis años y ya no recordaba mi infancia

Estaba a 16.000 leguas del lugar de mi nacimiento

Me hallaba en Moscú,

en la ciudad de los mil tres campanarios y las siete estaciones

Y no me bastaban las siete estaciones y las mil tres torres

Porque mi adolescencia era tan ardiente y loca

Que mi corazón, alternativamente,

ardía como el templo de Efeso o como la Plaza Roja de Moscú

Cuando se pone el sol.

Y mis ojos iluminaban antiguos senderos.

Y yo era tan mal poeta

Que no sabía llegar hasta el fondo de las cosas.

El Kremlin era como una inmensa torta tártara

Crujiente de oro.

Con las grandes almendras de las catedrales

inmensamente blancas

y el oro empalagoso de las campanas...

Un viejo monje me leía la leyenda de Novgorode

Yo tenía sed

Y descifraba caracteres cuneiformes

Luego, de pronto, las palomas del Espíritu Santo volaron sobre la plaza

y también mis manos alzaban el vuelo, con susurros de albatros

y esto era las últimas reminiscencias del último día

Del postrer viaje

y del mar.



No obstante, yo era un poeta muy malo.

No sabía llegar al fondo de las cosas.

Tenía hambre

Ya todos los días ya todas las mujeres en los cafés ya todas las copas



Habría querido beberlas y romperlas

Ya todas las vitrinas ya todas las calles

Ya todas las casas ya todas las vidas

Ya todas las ruedas de los coches que giraban

como torbellinos sobre los malos empedrados



Habría querido hundirlas en un gran horno de espadas

y habría querido moler todos los huesos

Y arrancar todas las lenguas

y licuar todos esos grandes cuerpos extraños

y desnudos bajo la ropa que me vuelve loco..

Presentía la llegada del gran Cristo rojo de la revolución rusa…



Y el sol era una inmensa herida que se abría como un brasero.

En aquel tiempo yo era un adolescente

Apenas tenía dieciséis años y ya no recordaba mi nacimiento

Estaba en Moscú, donde quería alimentarme de llamas

y no me bastaban las torres y las estaciones que cubrían mi ojos de estrella

En Siberia rugía el cañón, había guerra

A Hambre frío peste cólera

y las aguas fangosas del Amor arrastraban millones de carroñas



En todas las estaciones veía partir todos los últimos trenes

Ya nadie podía salir porque no se vendían más boletos

Y los soldados que se iban hubieran preferido quedarse...

Un viejo monje me cantaba la leyenda de Novgorode.

Yo, el mal poeta que no quería ir a ninguna parte, podía ir a todos lados

Y también los comerciantes todavía tenían dinero suficiente

Para ir a intentar hacer fortuna.

Su tren salía todos los viernes de mañana.

Se decía que había muchos muertos.

Uno llevaba cien cajas de despertadores y cucús de la Selva Negra



Otros cajas de sombreros, cilindros y un surtido de tirabuzones de Sheffield

Otros ataúdes de Malmoe llenos de latas de conservas y sardinas en aceite



También había muchas mujeres

Mujeres entrepiernas en alquiler que también podían usarse

Ataúdes

Todas pagaban impuestos



Se decía que había muchos muertos allí

Ellas viajaban con tarifa reducida

Y todas tenían una cuenta corriente en el banco.



Pues bien, un viernes de mañana me llegó la hora por fin

Estábamos en diciembre

y también yo partí para acompañar al viajante joyero que iba a Jarbín



Teníamos dos asientos en el expreso y 34 cofres de joyería de Pforzheim



Pacotilla alemana «Made in Germany»

Me había vestido de punta en blanco, y al subir al tren se me perdió un botón



- Lo recuerdo, lo recuerdo, a menudo pensé en ello desde entonces-



Yo dormía sobre los cofres y me sentía muy contento

de poder jugar con la browning Niquelada que también me había dado



Me sentía muy feliz despreocupado

Creía jugar a los bandoleros

Habíamos robado el tesoro de Golconda

Y, gracias al transiberiano, íbamos a ocultarlo del otro lado del mundo



Yo tenía que defenderlo contra los ladrones del Ural

que habían atacado a los saltimbanquis de Julio Veme

Contra los Junguzes, los boxers de la China

Y los rabiosos pequeños mongoles del Gran Lama

Alibabá y los cuarenta ladrones

Y los fieles del terrible Viejo de la montaña

Ysobre todo, contra los más modernos

Los rateros de hotel

Y los especialistas de los expresos internacionales



Y sin embargo, y sin embargo

Estaba triste como un niño

Los ritmos del tren

La «médula ferrocarrilera» de los psiquiatras americanos

El ruido de las puertas de las voces de los ejes rechinando sobre los rieles congelados

El ferlín de oro de mi futuro

Mi browning el piano y los juramentos de los jugadores

de cartas en el compartimento de al lado

La deslumbrante presencia de Juana

El hombre de anteojos azules que se paseaba nerviosamente

por el corredor y me miraba al pasar



Murmullos de mujeres

Y el silbido del vapor

Y el eterno ruido de las ruedas locas en los carriles celestes

Los vidrios están escarchados

¡La naturaleza no existe!

Y detrás, las llanuras siberianas el cielo bajo y las grandes sombras de los

Taciturnos que suben y bajan

Estoy acostado sobre una manta de viaje

Colorinche

Como mi vida

Y mi vida no me abriga más que esa manta

Escocesa

Y toda Europa entrevista por el parabrisas de un expreso a toda máquina



No es más rica que mi vida

Mi pobre vida

Esta manta

Deshilachada sobre cofres llenos de oro

Con los que viajo

Sueño

Fumo

y la única llama del universo

Es un pobre pensamiento...



Desde el fondo de mi corazón me brotan lágrimas

Si pienso, Amor, en mi querida;

Ella no es más que una niña, a quien encontré así

Pálida, inmaculada, en el fondo de un burdel.

No es más que una niña, rubia, risueña y triste,

No sonríe y nunca llora;

Pero en el fondo de sus ojos, cuando te deja beber en ellos,

Tiembla un dulce lirio de plata, la flor del poeta.

Es dulce y muda, sin ningún reproche,

Con un largo estremecimiento cuando tú te aproximas;

Pero cuando yo voy hacia ella, por aquí, por allá, festivo,

Ella da un paso, luego cierra los ojos, y da un paso.

Porque es mi amor, y las otras mujeres

Sólo tienen vestidos de oro sobre grandes cuerpos llameantes,

Mi pobre amiga está tan desamparada,

Está toda desnuda, no tiene cuerpo, es demasiado pobre.

No es más que una flor cándida, endeble,

La flor del poeta, un pobre lirio de plata,

Muy frío, muy solo, y ya tan mustio

Que me brotan las lágrimas si pienso en su corazón.

Y esta noche es similar a otras cien mil cuando un tren rasga la noche



- Caen los cometas-

Y el hombre y la mujer, aún jóvenes, se divierten haciendo el amor.



El cielo es como la carpa desgarrada de un circo pobre

en una ínfima aldea de pescadores

En Flandes

El sol es una lámpara humeante

Y en lo más alto de un trapecio una mujer representa la luna.

El clarinete la corneta una agria flauta y un mal tambor



Esa es mi cuna

Mi cuna

Siempre cerca del piano cuando mi madre como

Madame Bovary tocaba las sonatas de Beethoven

He pasado mi infancia en los jardines colgantes de Babilonia

En la rabona, en las estaciones frente a los trenes a punto de salir



Ahora hago correr todos los trenes detrás de mí

Bâle-Tombuctú

También jugué a las carreras en Auteuil y Longchamp

París-Nueva York

Ahora hago correr todos los trenes a lo largo de mi vida

Madrid-Estocolmo

Y perdí todas mis apuestas

Y ya sólo la Patagonia, sólo la Patagonia convienea mi inmensa tristeza,

la Patagonia, y un viaje por los mares del Sur

Viajo

Siempre he estado e viaje

Estoy en viaje con la pequeña Juana de Francia

El tren pega un peligroso salto y vuelve a caer sobre sus ruedas



El tren vuelve a caer sobre sus ruedas

El tren siempre vuelve a caer sobre sus ruedas

«Dime, Blaise, ¿estamos muy lejos de Montmartre?»

Estamos lejos, Juana, hace siete días que viajamos

Estás lejos de Montmartre, de la Butte que te crió y del

Sagrado Corazón contra el cual te acurrucaste

París desapareció con su enorme fogata

Quedan sólo cenizas incesantes

La lluvia que cae

La turba que se hincha

Siberia que gira

Las pesadas capas de nieve que aumentan

Y el cascabel de la locura que tirita como un último deseo

en el aire azulado

El tren palpita en el corazón de los horizontes plomizos

Y tu pena ríe burlona...



«Dime, Blaise, ¿estamos muy lejos de Montmartre?»



Las preocupaciones

Olvida las preocupaciones

Todas las estaciones agrietadas oblicuas sobre la ruta

Los hilos telegráficos de los que penden

Los postes grotescos que gesticulan y los estrangulan

El mundo se estira se alarga y se encoge como un acordeón

que una mano sádica atormenta

En las desgarraduras del cielo, furiosas locomotoras

huyen

y en los agujeros,

vertiginosas ruedas bocas voces

y los perros de la desdicha pisándonos los talones

Los demonios están desencadenados

Chatarras

Todo es un acorde falso

El «brun-run-run» de las ruedas

Choques

Sacudidas

Somos una tempestad bajo el cráneo de un sordo...



«Dime, Blaise, ¿estamos muy lejos de Montmartre?»



Sí, me exasperas, bien lo sabes, estamos muy lejos

La locura recalentada ruge en la locomotora

La peste el cólera se alzan como brasas ardientes en nuestro camino

Desaparecemos en plena guerra como en un túnel

El hambre, la puta hambre, se aferra a las nubes en desbandada

y esparce su estiércol de batallas en montones pestilentes de muertos

Haz como ella, cumple tu oficio...



«Dime, Blaise, ¿estamos muy lejos de Montmartre?»



Sí, muy lejos, muy lejos

Todos los chivos emisarios han reventado en este desierto

Oye los cencerros de ese rebaño sarnoso Tomsk

Tchéliabinsk Kainsk Obi Taichet Verkné Oudinsk

Kourgan Samara Pensa-Toulone


La muerte en Manchuria

Es nuestro desembarco y nuestra última guarida

Este viaje es terrible

Ayer por la mañana

Iván Ulitch tenía los cabellos blancos

y Kolia Nicolai Ivanovitch se come las uñas desde hace quince días...

Haz como la Muerte y el Hambre: cumple tu oficio

Sólo valdría unos centavos, pero en el Transiberiano, te darán cien rublos

Haz arder los asientos y avergüézate bajo la mesa

El diablo toca el piano

Sus nudosos dedos excitan a las mujeres

La Naturaleza

Las
Devoradoras

Cumple tu oficio

Hasta Kharbin...



«Dime, Blaise, ¿estamos muy lejos de Montmartre?»



No... vete al diablo... déjame tranquilo

Tus caderas son angulosas

Tu vientre es ápero y tiene purgaciones

Eso es todo lo que París puso en tu regazo

También un poco de alma... porque eres desdichada

Me das pena me das pena ven aquí junto a mi corazón

Las ruedas son los molinos de viento de Jauja

Y los molinos de viento son las muletas que hace girar un mendigo



Somos los lisiados del espacio

Rodamos sobre nuestras cuatro heridas

Nos cortan las alas

Las alas de nuestros siete pecados

y todos los trenes son los baleros del demonio

Un corral

El mundo moderno

La velocidad no tiene la culpa

El mundo moderno

El horizonte queda demasiado lejos

y al final del viaje es terrible ser un hombre con una mujer...



«Dime, Blaise, ¿estamos muy lejos de Montmartre?»



Me das pena me das pena ven conmigo voy a contarte un cuento

Ven a mi cama

Ven junto a mi corazón

Te contaré un cuento...



¡Oh ven! ¡ven!



En Fidji reina la primavera eterna

La pereza

Las parejas desfallecen de amor sobre las altas hierbas

y la cálida sífilis ronda bajo los bananeros



¡ Ven a la islas perdidas del Pacífico!

Se llaman Fénix, Marquesas

Borneo y Java

o Célibes en forma de gato.



No podemos ir al Japón

¡ Ven a México!

En sus altas mesetas florecen tulipanes

Las lianas tentaculares son la cabellera del sol

Se diría de la paleta y los pinceles de un pintor

Colores fragorosos como un gong,

Allí estuvo Rousseau

y quedó deslumbrado para toda la vida

Es el país de los pájaros

El ave del paraíso, el pájar-lira

El tucán, el pájaro-burlón

Y los colibríes anidan en el corazón de los lirios negros

¡Ven!

Nos amaremos en las majestuosas ruinas de un templo azteca

Serás mi ídolo

Un ídolo infantil y colorido un poco feo y pintorescamente extraño

¡Oh, ven!



Si quieres iremos en aeroplano y volaremos sobre el país de los mil lagos,

Allí las noches son desmesuradamente largas

el antepasado prehistórico tendrá miedo de mi motor

Aterrizaré

Y construiré un hangar para mi avión con huesos fósiles de mamut

El fuego primitivo reavivará nuestro pobre amor

Samovar

Y nos amaremos muy burguesmente cerca del polo

¡Oh, ven!



Jeanne Jeannette Ninette chicha chitón tetita

Mimí mimor pichoncita mía mi tesoro

Nonó Arrorró

Yuyo popó

Cosita corazoncito

Palomita

Querida gatita

Mi dulce pecadito

Chuchita

Cucú

Se ha dormido



Se ha dormido

Y no se engulló ni una sola de todas las horas del mundo

Todos los rostros vislumbrados en las estaciones

Todos los relojes

La hora de París la hora de Berlín la hora de San Petesburgo

y la hora de todas las estaciones

Y en Oufa, el rostro ensangrentado del artillero

Y el cuadrante tontamente luminoso de Grodno

Y el eterno avance del tren

Todas las mañanas hay que poner a la hora los relojes

El tren avanza y el sol se atrasa

No importa, oigo sonoras campanas

La enorme campana de Notre-Dame

La agria campana del Louvre que convocó a la San Bartolomé



Los carillones enmohecidos de Brujas la Muerta

Las
campanillas eléctricas de la biblioteca de Nueva York


Las campanas de Venecia

Y las campans de Moscú, el reloj de la Puerta Roja

que me contaba las horas cuando era oficinista

Y mis recuerdos

El tren retumba

Un gramófono gutural toca música gitana

y el mundo, como el reloj del barrio judío de Praga, gira locamente al revés



Deshoja la rosa de los vientos

Retumban las tormentas desencadenadas

Los trenes ruedan en torbellinos sobre el laberinto de las redes ferroviarias

Juguetes diabólicos

Hay trenes que desaparecen para siempre

Otros se pierden en el viaje



Los jefes de estación juegan al ajedrez

Tric-trac

Billar

Carambolas

Parábolas

La vía férrea es una nueva geometría

Siracusa

Arquímedes

y los soldados que lo degollaron

y las galeras

y las naves

y los prodigiosos artefactos que inventó

y todas las matanzas

La historia antigua

La historia moderna

Los torbellinos

Los naufragios

Hasta el del Titanic que leí en el diario

Tantas imágenes-asociaciones que no puedo desarrollar en mis versos



Porque todavía soy muy mal poeta

Porque el universo me desborda

Porque no me aseguré contra accidentes ferroviarios

Porque no sé ir hasta el fondo de las cosas

Y tengo miedo.


Tengo miedo

No sé ir hasta el fondo de las cosas

Como mi amigo Chagall podría pintar una serie de cuadros dementes

Pero no tomé notas del viaje

«Perdónenme la ignorancia

Perdónenme que ignore el antiguo juego de los versos»

Como dice Guillaume Apollinaire

Todo lo concerniente a la guerra puede leerse en las Memorias de Kauropatkin

O en los diarios japoneses tan cruelmente ilustrados

Para qué documentarme

Me abandono

A los sobresaltos de mi memoria...



A partir de lrkustsk el viaje se hizo demasiado lento

Excesivamente largo

Íbamos en el primer tren que rodeaba el lago Baikal

Habían adornado la locomotora con banderas y farolillos

Y dejamos la estación con los tristes acordes del himno al Zar

Si yo fuera pintor vertería mucho rojo, mucho amarillo

en el final de este viaje

Pues en verdad creo que todos estábamos un poco locos

Y que un delirio inmenso ensangrentaba los rostros

exasperadoa de mis compañeros de viaje

Cuando nos acercábamos a Mongolia

Que crepitaba como un incendio.

El tren aminoró la marcha

Y en el perpetuo rechinar de las ruedas percibía

Los locos acentos y los sollozos

De una liturgia eterna.



He visto

He visto los negros trenes silenciosos que volvían

del Lejano Oriente y que pasaban como fantasmas

y mi ojo, como el farol posterior, aún corre tras esos trenes

En Talga agonizaban 100.000 heridos por falta de cuidados

Visité los hospitales de Krasnoiarsk

Y en Khilok nos cruzamos con un largo convoy de soldados locos

En los lazaretos vi llagas abiertas y heridas que sangraban a más no poder

Y miembros amputados danzaban en derredor

o volaban por el aire ronco

El incendio ardía en todas las caras y en todos los corazones

Dedos idiotas tamborileaban sobre los vidrios

y bajo la presión del miedo las miradas reventaban como abscesos

En todas las estaciones quemaban todos los vagones

He visto

He visto trenes de sesenta locomotoras huír a todo vapor

perseguidos por horizontes en celo y bandadas de cuervos

que alzaban el vuelo desesperadamente tras ellos

Hasta desaparecer

En dirección de Port-Arthur.


En Tchita tuvimos algunos días de reposo

Detención de cinco días debido a la obstrucciones en la ruta

Los pasamos en casa del Señor Iankelevitch

que quería darme a su única hija en matrimonio

Luego volvió a partir el tren.

Ahora me había instalado yo en el piano y me dolían los dientes

Vuelvo a ver a mi antojo ese interior tan tranquilo el

negocio del padre y los ojos de la hija que venía a mi cama por las noches

Mussorgsky

Y los lieder de Hugo Wolf

Y las arenas del Gobi

Y en Khailar una caravana de camellos blancos

Creo que estuve ebrio durante más de 500 kilómetros

Pero estaba en el piano y eso es todo lo que vi

Cuando uno viaja debería cerrar los ojos

Dormir

Hubiera deseado tanto dormir

Reconozco todos los países con los ojos cerrados por su olor*

y reconozco todos los trenes por su ruido

Los trenes de Europa son de cuatro tiempos mientras que los

de Asia son de cinco o siete

Otros van en sordina: son canciones de cuna

Hay algunos que por el ruido monótono de las ruedas

me recuerdan la pesada prosa de Maeterlinck

He descifrado todos los confusos textos de las ruedas y he

reunido los elementos dispersos de una violenta belleza

que poseo

y que me fuerza.


Tsitsikar y Kharbin

No voy más allá

Es la última estación

Me apeé en Kharbin cuando acababan de incendiar

las oficinas de la Cruz Roja



Oh, París

Gran hogar cálido con los tizones entrecruzados de tus calles

y tus viejas casas que se inclinan sobre ellas

para caientarse como abuelas

y tus afiches rojos verdes multicolores como mi pasado en suma amarillo

Amarillo el arrogante color de las novelas de Francia en el extranjero

Me gusta frotarme con los autoibuses en marcha en las grandes ciudades

Los de la línea Saint-Germain -Montmartre me llevan

al asalto de la Butte

Los motores mugen como los toros de oro

Las vacas del crepúsculo pastan en el Sagrado Corazón

Oh, París

Estación central andén de las voluntades encrucijada de las inquietudes

Sólo los drogueros tienen aún un poco de luz sobre su puerta

La Compañía Internacional de Wagons-Lits y de los

Grandes Expresos Europeos me ha enviado sus prospectos

Es la iglesia más bella del mundo

Tengo amigos que me rodean como trincheras

Cuando parto tienen miedo de que no regrese nunca

Todas las mujeres que conocí se alzan en el horizonte

Con el gesto lastimosos y las mirada triste de los semáforos bajo la lluvia

Bella, Inés, Catalina y la madre de mi hijo en Italia

y aquélla, la madre de mi amor en América

Hay gritos de sirena que me desgarran el alma.


Todavía allá lejos en Manchuria un vientre se estremece

como en un parto

Yo quisiera

Yo quisiera no haber viajado nunca

Esta noche un gran amor me atormenta

Y a pesar mío pienso en la pequeña Juana de Francia.

En una noche de tristeza he escribito este poema en su honor



Juana

La pequeña prostituta

Estoy triste estoy triste

Iría al «Lapin Agile» a recordar mi juventud perdida

y a beber unas copas

Después volvería solo

París

Ciudad de la Torre única del gran Patíbulo y de la rueda




París, 1913

Blaise Cendrars

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