4 de enero de 2010

La Japonesa. Iosivara y Tamanoi (Fragmento)


"...Un padre borracho arrastra a su hijo, al que lleva cogido de la mano. El niño debe tener ocho años. Va vestido con unos pantaloncitos a la europea y un sombrero de fieltro peludo de anchas alas, como los que llevan los sacerdotes católicos. El padre se detiene ante cada puerta y le enseña la mujer que se halla expuesta. Ésta lo llama sonriendo y el pequeño, asustado, empieza a llorar y se niega a salir andando. El padre ríe a carcajadas, tira del niño y lo conduce hacia otra puerta.Yo camino con pasos rápidos. No puedo soportar este terrible espectáculo. Me detengo para comprar dos manzanas como si me pudieran hacer compañía e infundirme valor. Me esfuerzo en mirar sin miedo las terribles cabezas que, con el cuello alargado, aparecen asomadas a las taquillas cuadradas. Diríase que se hallan aprisionadas en una canga, ese aparato de tormento chino que, horadado con un agujero, inmoviliza el cuello del condenado. De esta forma, estas mujeres tienen el aspecto de llevar la puerta a sus espaldas, y con ella, la casa, Tamanoi, Tokio y toda la humanidad. Yo me siento culpable, ya que es por nuestra culpa, la culpa de todos los hombres, que estas mujeres asuman la más pesada responsabilidad. Cobardemente, las abandonamos en el lugar más peligroso de la batalla."




Nikos Kazantzakis

Del Monte Sinai a la isla de Venus

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